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La otra cara de Lagos de Moreno

Pasa invidente Ramón hasta tres días sin comer; Brayan lava autos desde los 6 años hasta sus 21 actuales y sufre epilepsia; y a Don Pedro nadie le da

Escrito en León el

“A veces son más de tres días los que me quedo sin comer, vivo de la caridad de las personas, hace varios años perdí la vista en un accidente ty desde entonces mi vida cambió para mal; no tengo apoyo de nadie, vivo en la calle y cada día lo único que le pido a Dios es que no se olvide de mí, que me ayude para seguir cargando esta cruz, que pase alguna persona conocida para que me dé siquiera un pan”.
Así vive Ramón Guzmán, un hombre en situación de calle que debido al desconocimiento de programas sociales de ayuda a los desprotegidos, tiene que pasar todos los días vagando por las calles de la ciudad a la espera de alguna limosna.
Ramón es invidente, perdió la vista en un accidente hace algunos años, ante la falta de tratamiento médico y de seguridad social, fue perdiendo la vista hasta que sucumbió ante sus condiciones desfavorables. La esposa de Ramón lo abandonó cuando su problema comenzó y ahora tiene que conformarse con la ayuda de sus amigos y de su hermano, quienes en ocasiones le dan hospedaje, otras tantas Ramón debe dormir en la calle con el estómago vacío. Y aunque quisiera llenar su estómago, el ingreso que percibe de las limosnas oscila entre los 60 y 100 pesos mensuales.
Unas cuadras más adelante trabaja Brayan (sic) lavando autos. Él tiene 21 años y sufre epilepsia, huyó de casa después de ser víctima de violencia intrafamiliar a los 6 años, “La señora que es mi madre me quiso ahorcar con sus manos”, desde entonces ha tenido que mantenerse por su cuenta.
Brayan gana entre 50 y 100 pesos diarios lavando autos. “Yo nunca he querido robar, no sé leer ni escribir y no me dan trabajo. No sé no porque no quiera, hago lo que puedo para comer y ayudar a mi nueva familia”. Hace unos años Brayan conoció a un pequeño “franelero” de 6 años cuya madre lo “adoptó”. En esta forma de familia alternativa Brayan se desempeña lo mejor que puede y contribuye con aquello que está a su alcance.
“Cuando tengo hambre, mejor pido porque no me gusta que le roben a la gente. Una vez a mí me picaron (lo hirieron con un arma punzocortante) para sacarme mi dinero, estuve en el hospital. Brayan no recibe ningún tipo de ayuda extra, ni tiene medicamentos adecuados para controlar su enfermedad. “Me tomo un té que venden acá (una conocida tienda naturista)”, concluye.
Don Pedro es un hombre de 56 años que también trabaja lavando carros, tuvo que abandonar la capital de la República para acompañar a su esposa, natural de Lagos de Moreno.
Actualmente a Don Pedro no le dan empleo ni una pensión a pesar de haber cotizado en el IMSS. “No me dan nada, nadie me da trabajo. Tengo que mantener a mi familia, mis hijos tienen hambre y yo no tengo lo suficiente. Nomás gano como 100 ó 150 (pesos) diarios”, comentó.
Estas son tres historias silenciosas que hay en nuestra ciudad, y en principio lo son porque no hay oídos que escuchen a estos mal llamados parias y vagabundos, algunos nunca tuvieron la protección y el cariño de una familia, otros tuvieron alguna vez empleo, familia, trabajo y lo perdieron por circunstancias ajenas a su voluntad, aún así tienen el ánimo de ayudar y preocuparse por otros aparte de ellos mismos.
Sin necesidad de moralizar, habría qué revisar el refranero “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…”.

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