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Maestro del perdón y luchador antiapartheid

Nelson Mandela deja de lado el odio y la venganza contra el sistema que lo envió a prisión durante 27 años, además de destacar como un símbolo mundial

Escrito en León el

Nelson Mandela fue un maestro del perdón. El primer Presidente negro de Sudáfrica pasó casi un tercio de su vida como prisionero del apartheid, pero lejos de la sed de venganza, trató de ganarse al sistema que lo puso tras las rejas durante 27 años, logrando una transición del poder relativamente pacífica que inspiró al mundo.
Como Jefe de Estado, el ex boxeador, abogado y preso almorzó con el Fiscal que argumentó a favor de su encarcelamiento. Durante su juramentación como Mandatario, cantó el himno Afrikaans de la era del apartheid y viajó cientos de kilómetros para tomar el té con la viuda del Primer Ministro que estaba en el poder cuando él fue enviado a prisión.
Fue esta generosidad de espíritu la que hizo a Mandela, quien murió el jueves a los 95 años, un símbolo mundial de sacrificio y reconciliación en un mundo a menudo sacudido por el conflicto y la división.
La estatura de Mandela como luchador contra el apartheid -el régimen racista blanco que él calificó de malvado- y como buscador de la paz con sus enemigos estaba a la par con la de otros hombres que él admiraba: el activista de los derechos civiles de Estados Unidos Martin Luther King Jr. y el líder de la independencia de India Mohandas K. Gandhi, quienes fueron asesinados mientras participaban activamente en sus luchas respectivas.
La muerte de Mandela privó al mundo de una de una de las grandes figuras de la historia moderna. Varias naciones declararon días de duelo y su deceso invita a la reflexión acerca de un coloso del Siglo XX que proyectaba una gracia asombrosa, resolución y buen humor.
Mandela fue un luchador incansable contra el apartheid, desde antes de haber estado preso y luego de haber sido presidente de su país y activista humanitario.
La vida de Mandela, libertador de los negros de Sudáfrica, fue una epopeya de triunfos frente a obstáculos monumentales, una hazaña hecha posible por su férrea disciplina, agudo realismo y carisma popular que le valió amistades y aliados incluso entre los blancos.
Meses atrás, cuando su salud se deterioró y parecía inminente su muerte, líderes internacionales, celebridades, atletas y otros elogiaron a Mandela, quien murió el jueves a los 95 años, no solamente como el hombre que guió a Sudáfrica en su tensa transición de un régimen racista a la democracia hace dos decenios, sino también como un símbolo universal de sacrificio y reconciliación.

En la iglesia Regina Mundi en Soweto, un área urbana al suroeste de Johannesburgo, el Padre Sebastian Rousso dijo meses atrás que Mandela, al que muchos consideran un símbolo de la reconciliación por sus esfuerzos a favor de la paz, tuvo un papel crucial “no sólo para nosotros como sudafricanos, sino para el mundo”.

Quizás uno de los momentos más memorables de Mandela fue en 1995 cuando entró caminando a la cancha de rugby de Sudáfrica vistiendo la camiseta del equipo nacional, al que iba a felicitar por haber ganado la Copa Mundial.
La multitud de unas 63,000 personas -en su mayoría blancos- coreó “¡Nelson! ¡Nelson! ¡Nelson!”. Mucho había cambiado. Fue en 1964 cuando lo declararon culpable de traición a la patria y lo sentenciaron a cadena perpetua en la notoria cárcel de la isla Robben.
Se emitió una orden a nivel nacional prohibiendo que se mencionara su nombre. Sin embargo, tanto él como otros presos políticos lograron sacar clandestinamente mensajes para orientar a su movimiento antiapartheid, el Congreso Nacional Africano.
Con el paso de los años crecía la conciencia internacional sobre las injusticias del apartheid y para cuando cumplió 70 años, Mandela ya era el preso político más famoso del mundo. La ocasión fue conmemorada con un concierto de rock de 10 horas de duración en el estadio Wembley de Londres, transmitido a los cuatro rincones del planeta por televisión.
Los gobernantes blancos de Sudáfrica tachaban a Mandela de agitador comunista y aseguraban que si los negros llegaban al poder el país se hundiría en el caos y en un derramamiento de sangre similar al de otros países de África. Sin embargo, tras el derrumbe del apartheid, Sudáfrica ha tenido cuatro elecciones parlamentarias y ha elegido a tres presidentes pacíficamente, lo cual ha sentado un ejemplo para el resto del continente.
“Hemos desmentido a los profetas del desastre y hemos logrado una revolución pacífica. Hemos restaurado la dignidad de todos los sudafricanos”, expresó Mandela poco antes de abandonar la Presidencia en 1999, a los 80 años de edad.
Nelson Rolihlahla Mandela nació el 18 de julio de 1918, hijo de un cacique indígena en Transkei, una patria de la tribu Xhosa que luego pasó a ser uno de los “Bantustans” que el régimen blanco creó en el país para afianzar la separación entre blancos y negros. Mandela fue criado como hijo de nobleza, lo que le inculcó un estilo personal de cordial dignidad. Muchos sudafricanos, de todas las razas, lo llamaban con su nombre de tribu, Madiba, como expresión de afecto y respeto. Se educó en escuelas metodistas y en 1938 fue a la Universidad de Fort Hare, que era sólo para negros. Fue expulsado por organizar una huelga estudiantil.
Se mudó a Johannesburgo, donde trabajó como policía en una mina de oro, como secretario de una firma de abogados y como boxeador amateur, además de que también estudió Derecho. Comenzó su activismo antiapartheid en 1944 al fundar el movimiento juvenil del Congreso Nacional Africano. Cuando fue arrestado, declaró ante el tribunal: “No niego que planifiqué el sabotaje, pero no lo hice con ánimo delictivo, ni por amor a la violencia”.
“Lo hice como consecuencia de una evaluación personal metódica y ponderada de este sistema que se caracteriza por la tiranía, la explotación y la represión de mi pueblo por parte de los blancos”, agregó.
Para fines de la década de 1970, el régimen del apartheid comenzaba a percatarse de que su sistema ya era insostenible. El país estaba aislado a nivel internacional, había sido expulsado de la ONU, descartado de los Juegos Olímpicos y su economía se tambaleaba bajo el peso de sanciones internacionales. Comenzaron lentas negociaciones entre el Gobierno y los seguidores de Mandela, quien en una ocasión fue trasladado de la cárcel para reunirse con un ministro gubernamental.
Un asistente tuvo que enderezarle la corbata y amarrarle los zapatos a Mandela, quien había olvidado cómo hacerlo tras tantos años de presidio. El 11 de febrero de 1990, el reo número 46664 caminó libre de la cárcel tomado de la mano de su esposa Winnie.
Tanto negros como blancos lo ovacionaban en la calle. Mandela se hizo cargo del CNA y en 1993 compartió el Premio Nobel de la Paz con el presidente F.W. De Klerk. Tras cuatro años de participar en un Gobierno de transición, fue elegido Presidente de Sudáfrica por abrumadora mayoría, en las primeras elecciones multirraciales del país.
En su ceremonia de toma de posesión, fue saludado por generales de raza blanca y cantó junto con la multitud tanto el himno nacional de los blancos “Die Stem” (“La voz”) como el tema panafricano “Nkosi Sikelel’ Afrika” (“Dios bendiga a África”).
“Al fin hemos logrado nuestra emancipación política. Prometemos liberar a todos los pueblos del pesado yugo de la pobreza, la privación, el sufrimiento, y la discriminación”, declaró Mandela. “Nunca, nunca, nunca jamás volverá a ocurrir en esta tierra la opresión de uno contra el otro”, añadió.

Algunos detalles
de su vida

El mundo conoce a Nelson Mandela como el hombre que cambió para siempre el curso de la historia moderna y que seguramente seguirá dejando su marca mucho después de su fallecimiento el jueves a los 95 años.

Es posible que usted conozca que pasó 27 años en prisión, que sacó a Sudáfrica del apartheid y que sirvió a su país como el primer Presidente negro.

¿Pero conocía usted el papel del rugby en su legado? ¿Sus reflexiones sobre el Día de San Valentín? ¿Las lecciones que dio a guardias solidarios en la prisión?

Estos son algunos detalles de la vida de Mandela que quizás usted no conocía.
EL PADRE DE LA NACIÓN
El lugar de Nelson Mandela como héroe mayor de Sudáfrica es tan seguro que el Banco Central emitió nuevos billetes en 2012 con su rostro. Bustos y estatuas de su figura llenan el país y hay edificios, plazas y otros lugares que llevan su nombre.

En la iglesia católica Regina Mundi de Soweto, un centro de protestas y funerales de activistas durante los años de la segregación racial, hay un vitral de Mandela con los brazos levantados. Y la aerolínea South African Airways tiene su silueta en los aviones.
DÍA DE SAN VALENTÍN
Un proyecto de 1.25 millones de dólares para preservar digitalmente la vida de Mandela se inauguró el año pasado en http://archive.nelsonmandela.org. El proyecto de Google y los archivistas de Mandela ofrece a los investigadores -y a cualquier persona- acceso a cientos de documentos, fotografías y videos.

En una nota de 1995, manuscrita cuidadosamente en tinta azul, Mandela reflexiona sobre el Día de San Valentín. Parece ser el borrador de una carta a una joven admiradora, en que Mandela dijo que como creció en el campo en una familia de analfabetas, era “colosalmente ignorante” sobre cosas sencillas como una fecha dedicada al amor.
DOS HIMNOS
Durante su ceremonia de toma de posesión, Mandela se colocó una mano sobre el corazón y mientras los generales blancos los saludaban cantó los dos himnos: el de la era del apartheid “Die Stem” (La voz) y el africano “Nkosi Sikelel’ Afrika” (Que Dios bendiga a África).
MANDELA
EL RECONCILIADOR
Mandela es hijo de un jefe tribal en Transkei, territorio de la etnia Xhosa. Muchos sudafricanos de todas las razas lo llamen por su nombre, Madiba, que quiere decir “reconciliador”, a manera de afecto y respeto.
LA FACETA DURA
A pesar de su imagen de santo, Mandela podía ser duro. Cuando periodistas negros criticaron su Gobierno, los presentó como títeres de los blancos dueños de los medios de prensa.

A los blancos que le presentaban quejas a veces los despedía criticándolos por tratar de recuperar sus antiguos privilegios. A los críticos de su cercanía a Fidel Castro y Moamar Gadafi, Mandela insistía en que no iba a renunciar a ningún partidario de la lucha contra el apartheid.
COMBATE CONTRA
EL SIDA
Mandela finalmente se dedicó a la lucha contra el SIDA, reconociendo en público en 2005 que su hijo Makgatho había fallecido de la enfermedad. Sudáfrica, que tiene la mayor cantidad de personas con SIDA del mundo, unos 5.6 millones, todavía enfrenta el estigma del mal y un alto índice de infección.
REO 46664
Mandela fue confinado a la dura prisión en la Isla Robben, frente a la costa de Ciudad del Cabo durante la mayor parte del tiempo que pasó tras las rejas. Allí lo obligaron a trabajar en una cantera de piedra caliza, siete horas al día casi a diario durante 12 años, hasta que se abolió el trabajo forzado. Mandela -el reo # 46664- escribía por la noche en su pequeña celda con piso de hormigón.

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